viernes, 6 de noviembre de 2009

"Isidro Velazquez"
1 de Diciembre
"Su Fiesta"


Grupos Musicales, Baile

Miles de fieles todos los Años

Vienen de todos lados a rendirle culto y a agradecer por sus Milagros


4 de sus 6 Hijos
Ramona Velazquez, Carlos Velazquez, Pablo Velazquez y Rosa Velazquez


La Verde es una Fiesta


Isidro velazquez
El Gaucho Chaqueño


ENTRA Y MIRA LAS FOTOS DE ESTE GRAN EVENTO
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Subido por Adriano Isidro velazquez
Nieto de Isidro velazquez

Back de la pelicula de Isidro Velazquez


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Isidro Velazquez
"Javier Aguirre"
Nieto de Isidro Velazquez
Protagonista de la Pelicula de Isidro Velazquez



El Parecido a Isidro velazquez, su Abuelo, es Impresionante


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"Back de la Pelicula de Isidro Velazquez"
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Felicito de Corazon a Mi Primo Javier Aguirre por su Labor, Trabajo y Actuacion en la Pelicula¨Adriano Isidro Velazquez¨

lunes, 16 de febrero de 2009

Isidro y Claudio "Los Vengadores"

ISIDRO y CLAUDIO VELÁZQUEZ - LOS VENGADORES


Isidro Velázquez.    

(Por Jorge L. Devincenzi)

El 1° de diciembre de 1967 fueron abatidos en un amplio operativo desplegado por la Policía Federal, dos peligrosos delincuentes: Isidro Velázquez y Vicente Gauna. Sucedió en Machagai, Chaco, en el nordeste argentino, a la vera de la ruta 16, en una zona de obrajes madereros y algodonales, junto al Impenetrable. Pudo haber sido otro compás de la eterna contradanza de policías y ladrones, pero algo lo diferenciaba: a Velázquez se le atribuían cualidades sobrehumanas que infinidad de testigos jurarían haber constatado. En sus correrías solía tener el apoyo de la población más humilde, y sus víctimas eran personajes odiados por su condición social y económica.

Velázquez recompensaba monetariamente esa solidaridad, y eso fue interpretado por algunos como una suerte de redistribución violenta de la riqueza, la de un Robin Hood del siglo XX.

Su captura se había convertido en una obsesión para Guillermo Borda, entonces ministro de Interior, y para la Sociedad Rural del Chaco, que puso precio a su cabeza: dos millones de pesos para acabar con los secuestros de ganaderos y consignatarios, los robos a mano armada y los asaltos a bancos y acopiadores de cereales. Sin embargo, no se sabe de que haya existido alguna delación, o dato confidencial, tendientes a cobrar la recompensa.

Velázquez parecía conocer todos los secretos, aparecía tan sorpresivamente como se esfumaba y había adquirido cierto dominio sobre las mentes de los milicos de la policía provincial.

El objetivo del gobierno es político: terminar con el apoyo y la protección que recibía de la gente del lugar, cuando la doctrina de la seguridad nacional señalaba el peligro de que hubiera grupos armados disimulados entre la población.

Comenta el diario La Razón del 3 de diciembre de 1967: “el halo de leyenda que rodeaba a estos salteadores de la selva, como a los bandoleros de todos los países y de todas las épocas, los hacía acreedores del afecto y la simpatía de las poblaciones campesinas, que en no pocas oportunidades recibieron los beneficios de sus manos, sobre todo entre la gente más pobre. La gente de campo los ampara en su vida errante, de eternos prófugos de la justicia, los ayuda en la procura de abastecimientos y en oportunidades los oculta o les facilita los medios para ocultarse”.

Ángel Persoglia, uno de los productores rurales raptado a principios de ese año, declaró que le había sorprendido “la corrección del bandolero”, agregando: “se despidió de mí diciendo que ya era tarde para cambiar de vida”.

“Vivo o Muerto”, señalaban los carteles pegados en todo el territorio chaqueño por el gobierno, y que solían amanecer arrancados o enchastrados con leyendas tales como: “Isidro Velázquez no se entregará”.

Quién fue

Las primeras noticias sobre Velázquez son de enero de 1952, por el hurto de unas rejas de arado. Los hermanos Isidro y Claudio Velázquez se defendieron argumentando que el dueño, un tal Cuéllar, les debía dinero y ellos habían pretendido cobrarse de esa manera. Fue inútil: se los detuvo y envió a Resistencia.

En mayo, Isidro quedó en libertad pero a Claudio le comprobaron otras raterías y lo condenaron a cuatro años de reclusión.

Luego Isidro se radicó en Colonia Elisa, donde obtuvo un lote de terreno para cultivar algodón y, casoriado, tuvo cuatro hijas. Con ellas, y miembro de la cooperadora escolar del único establecimiento primario del pueblo, no parecía candidato a un destino relevante.

Un año mayor que Claudio, los hermanos eran dos paisanos delgados, de estatura mediana, nacidos en Corrientes del matrimonio de Feliciano Velázquez y Tomasa Ortiz, que habían emigrado al Chaco en busca de trabajo. Radicados en La Verde, se dedicaron a changuear en obrajes y algodonales. Los chicos se hicieron baqueanos del monte donde solían marisquear, esto es, vivir de la caza de animales silvestres: corzuelas, liebres, gallinetas, nutrias, carpinchos, etc., costumbre ancestral de la zona que aún se conserva.

Cuando volvió Claudio después de purgar la condena, los vecinos recuerdan que la policía comenzó a acosarlos, acusándolos de todos los delitos que se cometían en la zona.

A Claudio le gustaba el juego y, no obstante tener mujer e hijos, su presencia era habitual de las bailantas y prostíbulos de la zona, donde se lucía compadreando con un poncho colorado.

En 1958, Isidro fue procesado por marisquear en el campo de un vecino. Al ser detenido la policía maltrata a su madre.

Es acusado de un hurto menor en el 61, y en el interrogatorio en la comisaría de Colonia Elisa sufre una violenta paliza. En un descuido, logra fugarse, y junto a su hermano, se interna en el monte.

Los testigos de la huída sostienen que Isidro repite que está decidido a no dejarse prender nuevamente.

En 1962 se los identificó robando un almacén en Lapachito: el propietario se resistió y mataron al hijo del dueño y a un vecino.

Cometieron otras fechorías por la zona y aunque se enfrentaron a tiros con la policía, no pudieron ser detenidos.


Claudio era desafiante.

Claudio Velázquez.    

En mayo de 1963 llega a un almacén en Costa Gaycurú acompañado por un muchacho. Después de asaltar al dueño del boliche, ambos se quedan a beber, y ya picados por la ginebra, dan gritos desafiando a la policía. Dos agentes logran sorprenderlo -Claudio estaba escuchando radio en el local, completamente borracho- y los bajan a tiros.

Al principio se creyó que los muertos eran los dos Velázquez, una noticia impactante para los vecinos, pero luego la investigación policial constató que el acompañante de Claudio era un tal Vega, otro proscrito de Colonia Elisa.

Isidro se esfumó después de la caída de Claudio, y algunos sostienen que está escondido en Formosa. Reaparecería luego en la banda del Chiflón Gauna. No se sabe que tras huir al monte se haya preocupado por el bienestar de su familia.


Vicente Gauna

La ruta 16 es una recta paralela a las vías del hoy abandonado F.C. Belgrano, el de trocha angosta, que atraviesa en dirección sudeste-nordeste el Chaco desde Resistencia hasta las zonas boscosas de Salta y el río Juramento, rasando el extremo norte de Santiago del Estero.

El camino fue abierto por las avanzadas militares dirigidas por el subcomandante Fontana, que a principios del siglo XX pacificaron a los pueblos indígenas, estableciendo allí la frontera agropecuaria. Detrás de Fontana llegó el sistema de producción capitalista: obrajes madereros, caña de azúcar y refinerías, algodonales. En 1964 se producen a lo largo de la ruta varios hechos delictivos caracterizados por una violencia excesiva.

Según la investigación de la policía provincial, sus protagonistas son cuatro o cinco sujetos dirigidos por Juan Vicente Gauna, alias “Chiflón”, un correntino nacido en Empedrado en enero del 42. Es notable la ferocidad con que actúan, rematando a balazos a sus víctimas aun después de haber obtenido el botín que pretendían.

Un viajante de comercio que hace el circuito Resistencia - Charata recibe dos balazos en la cabeza a cambio de unos pesos.

Años más tarde, cuando los hechos se suelden y confundan con la leyenda, se intentará oponer a ambos protagonistas: Gauna es cruel e inflexible, y no elige sus víctimas, que pueden ser tanto pobres hacheros como hacendados.

Velázquez, en cambio, es un hombre común arrastrado fuera de la ley por alguna injusticia pasada, y lucha en desventaja contra su destino. Al contrario de Gauna, sólo roba a gente adinerada y paga generosamente el poder moverse con libertad entre el pobrerío.

Algunos han exagerado esta cualidad de robar a los ricos para repartir entre los pobres.

Lo cierto es que Isidro no realizaba ningún proselitismo o reivindicación: sólo pagaba protección, y lo hacía con generosidad.

Gauna y Velázquez

Viejos militantes de la Resistencia Peronista relatan que Gauna tuvo tratos con Carlos Caride, un miembro de la FAP y luego de Montoneros, que caería en un enfrentamiento armado durante la década del 70.

Protagonista de hechos resonantes que le conferían, a los ojos de la juventud de entonces, un perfil de héroe, Caride era conocido por ser un partidario de la lucha armada, un “fierrero” que se entrevistó con Gauna por algún contrabando de armas desde el Paraguay, para planificar en conjunto algún secuestro resonante, o lo que es menos probable, intentado comprometerlo en la fantasía de abrir un foco guerrillero en el Chaco.

A fines de 1964, son secuestrados en Zapallar Carlos y Gabino Zimermann, productores forestales de General San Martín.

Ya para entonces, Isidro era conocido como “El Vengador” por los vecinos, quienes celebraron su vuelta: la carta donde se exige rescate por los Zimermann lleva su firma, Isidro Velázquez.

En la fantasía popular, algunos dicen que no es Isidro sino Claudio, o su alma en pena; otros, que está vengando al pueblo por sus desventuras.

Con el secuestro de los Zimermann se inicia el accionar conjunto de Gauna y Velázquez. Pero hay dos cambios: el primero se convierte en líder del grupo, y ya no se ataca a los pobres.

Otros hechos que se les atribuyen: en 1966, asalto en La Verde. Asalto en Laguna Blanca, donde muere el dueño del comercio mayorista, un tal Panzardi.

Un comisario provincial comentará años después: “Velázquez, con segundo grado aprobado, tenía la rapidez de un guazuncho y la inteligencia de un zorro”.

Gobierna el Chaco en ese entonces el escribano Deolindo Felipe Bitel, y al país el médico Arturo Illia, cordobés nacido en Pergamino, que había llegado a la Casa Rosada con el 25% de los votos y la proscripción del peronismo.

Mas tarde senador y candidato a vicepresidente, Bitel pertenecía a esa corriente conservadora, muy arraigada en las provincias argentinas de economía agraria, denominada “neoperonismo”, y que combina patrones de estancia, dueños de vidas y hacienda, y folklore justicialista.

El Chaco es una provincia extremadamente pobre, cuya producción se limita hoy -y en ese entonces- casi exclusivamente al cultivo del algodón, soja, y la explotación forestal, esta última en franca retirada. Según cifras oficiales del Indec, el 51,7% de la población del nordeste argentino (2 millones de personas) vive actualmente con menos de 120 pesos mensuales. Para la CTA, la pobreza es mayor.

Velázquez menospreciaba a sus perseguidores.

Solía enviar mensajes humorísticos a la policía y en unos cuadernos les hacía dibujos, como los de las historietas. En uno de ellos se burlaba del jefe policial que pedía refuerzos a un teniente coronel para prenderlos; y en otro escribía con una trabajosa letra de imprenta acerca del ofrecimiento de ayuda de algunos policías de Corrientes: “Acéptenles, para que engorden los mosquitos chaqueños. Nosotros no peligramos ni aunque se vengan todos los correntinos”.

Llevaba encima varios de esos cuadernos ilustrados cuando la policía lo abatió, años después.

También asaltan la casa del intendente de Laguna Limpia y luego de robarle, lo matan.

Una patrulla de la policía provincial -que ya tiene 800 efectivos afectados a la búsqueda- sale a perseguirlos por el monte. Los rodean en la zona de General Obligado, cerca de Cote Lai. El agente Juan Ramón Mierez le apunta a Isidro con su arma pero antes que pueda gatillar, recibe un tiro en el pecho y cae muerto.

Ahora firman sus pedidos de rescate como “Velázquez y Gauna, los vengadores”. Revista Gente n° 111, del 7 de septiembre de 1967, entrevista a un policía provincial:

¿Cree que lo van a apresar a Velázquez?

- No. Es imposible. Él tiene el payé, y estoy seguro que por más que le tiremos, las balas no le van a entrar. Ustedes saben que el agente Mierez vació su pistola y no hubo caso. Después Velázquez, con un solo disparo, le atravesó el corazón.

- ¿Si se encuentra frente a frente con los bandoleros, que hace?

- Por más que quisiera hacer algo, no podría, pues él nos paraliza con sólo mirarnos.


Por la coincidencia de que también se llamara Mierez un capataz de La Forestal que abatieron las bandas de Mate Cosido y Juan Bairoletto en la década del 30, crece una corriente de simpatía religiosa entre el pueblo, el payé, la protección divina, y los uniformados provinciales no escapan a esa influencia. Un anciano de Resistencia lo explicó así: “ese Gauna es el mismo que las tropas nacionales degollaron en 1906”.

Cacería

En quechua, Chaco significa “tierra de cacería”, y así se la denominaba en la época del dominio incaico. Según cuenta Gracilaso de la Vega, el Inca dirigía personalmente una gran batida anual con miles de soldados y cazadores a través de una zona fitogeográfica de más de 675.000 km² que abarca las actuales provincias argentinas de Santa Fe, Salta, Formosa, Chaco y Santiago del Estero, sur de la república del Paraguay y este de Bolivia.

El Imperio se abastecía de pieles, lanas y carnes y reafirmaba cada año su dominio sobre los pueblos seminómadas de la región: abipones, mocovíes, chulupíes, guaycurús, chorotes, tobas, pilagá, vilelas y matacos. No siempre alcanzaría esa meta, como lo comprobarán los mismos españoles más tarde: Juan de Ayolas murió a manos de una partida belicosa del pueblo carcará.

En la rigurosa estratificación social incaica, la lana de llama se distribuía entre el pueblo; las de alpaca y vicuña, más suaves, se reservaban para la familia real. De aquel gran bosque sólo quedan hoy algunos retazos cuadriculados por algodonales, establecimientos madereros, desiertos y vinales.

La mayor parte de la selva fue comida por la explotación irracional de la madera: para el carbón que alimentaba los ferrocarriles ingleses y el tanino con el que se curtían los cueros argentinos.

El principal enemigo del poblador chaqueño es el vinal, el impenetrable, el avance irresistible de la selva. El gobierno argentino continuó la tradición de la cacería: primero contra los pueblos aborígenes, a quienes diezmó por exterminio y enfermedad. Después fue la súper explotación de los obrajes.

Ahora persiguen a Isidro Velázquez.

Diario La Nación del 4 de setiembre de 1968:

“En inspecciones efectuadas por funcionarios del gobierno a centros de trabajo instalados en la región del Chaco santiagueño, especialmente en establecimientos dedicados a la explotación de productos forestales, se han comprobado, según la información oficial suministrada al respecto, graves transgresiones a normas legales que amparan la actividad del trabajador rural, particularmente en los tradicionales negocios surgidos durante el otrora auge de la industria taninera, vulgarmente conocidos con el nombre de proveedurías... Pese a la evolución alcanzada en este aspecto se advierten aún prácticas que se creían desterradas para siempre, que lesionan el patrimonio moral, espiritual y material del ser humano, puesto que algunas firmas siguen burlando impunemente disposiciones de la ley, pagando con vales el trabajo de sus obreros. Estos documentos que se entregan como pago al hachero, sólo pueden ser negociados en la misma firma que los emite, lo que significa que por las manos del trabajador jamás pasa dinero en efectivo alguno”.

El Vengador

Gobierna el país un general llamado Juan Carlos Onganía, que acabó con la democracia proscriptiva en junio de 1966 e impuso algo peor. Los políticos, incluyendo el neoperonista Bitel, se han ido a su casa o colaboran con la administración militar que promete quedarse cien años.

Onganía llega disfrazado de dictador bananero sobre una carroza descubierta, arrastrada por cuatro caballos negros, a la inauguración de la exposición rural de 1966: se cree un ser providencial, especie que la historia argentina criará y reproducirá.

Muy lejos de Buenos Aires, un personaje hosco, arma en mano, ordena al borde de la ruta:

¡Vos quedate allí y avisá si viene algún camión!

El paisano obedece, lleno de miedo. Su servicio será generosamente pagado.

En una escena similar, el mismo personaje irrumpe de noche en un rancho.

- ¡Sírvanme comida - ordena - y prepárenme un lugar para dormir!

El puestero obedece. A la mañana siguiente, el desconocido se ha retirado sin saludar ni agradecer, dejando sobre la mesa un fajo de billetes, muchos más de los que el paisano haya imaginado nunca.

Ciertas o no, las anécdotas se repiten, multiplican y adornan con nuevos detalles.

Lo que conocieron a Isidro aseguran que llevaba siempre un pañuelo anudado en los cuatro vértices, y que el rectángulo de tela le señalaba con exactitud cuál era el rumbo de donde venía la partida policial.

Afirman también que, a punto de ser apresado, podía desaparecer o se convertía en animal.

Un agente de la policía provincial mencionó que estando a pocos metros de Velázquez, éste se desvaneció tras un matorral. Al transponerlo, el policía se encuentra con una vaca que, vuelta, lo miraba fijamente.

La policía rodea el lugar donde será entregado el bolso que contiene el rescate de los hacendados Giussano, pero al acercarse el bolso se ha esfumado.

Cuando se producen simultáneamente distintos asaltos a mano armada en localidades alejadas entre sí, todos les son atribuidos a la banda.

Dicen que lo paralizó al agente Ángel Pelozo, de la comisaría de La Verde, en el paraje Rancho Juana, cercano al pueblo de La Eduvigis. Fue poco después de las 10 de la mañana, en octubre de 1966: Pelozo había sido uno de sus más firmes perseguidores, y pagó con su vida.

En marzo de 1967 la mala suerte de la policía provincial se confirmó una vez más: el cabo Pedro Vence, de Quitilipi, volvía hacia Presidencia de la Plaza, luego de participar en un patrullaje en búsqueda de la banda.

Vence viajaba de favor en un camión que chocó violentamente contra otro vehículo detenido en la ruta, sin luces. El suboficial murió instantáneamente y el pueblo señaló en silencio: “Ha sido El Vengador”.

Con la policía provincial paralizada, en el ministerio del Interior con sede en Buenos Aires se consideró que había llegado el momento de intervenir.

Se ordena al capitán Aurelio Acuña, del ejército, que viaje a Resistencia al frente de medio centenar de federales. Al llegar, Acuña pone en marcha el Operativo “Silencio”, rebautizado por el pueblo chaqueño como operativo “Fracaso”.

Dijo un camionero que alguna vez lo llevó por algunos kilómetros: “Velázquez era bueno y se confió, no debió confiar en gente de la ciudad”.

La ametrallada

Según relata Hugo Chumbita, “Isidro se había relacionado con un cartero de Machagai, Ruperto Aguilar, y a través de él con otro empleado de correo, Alberto Cejas. Éste y su esposa Laura Marianovich, preceptora del colegio secundario, lo llevaron en su automóvil Fiat 1500 algunas veces y él les pagaba por sus servicios.

La policía había marcado la numeración del dinero del rescate de los últimos secuestros, lo cual permitió descubrir a Aguilar y obligarlo a colaborar. En ausencia de Cejas, indujeron también a su esposa a tender una trampa a los bandidos. Éstos se escondían en el campo, por Quitilipi, cerca de una reserva toba de la que recibían ayuda. Todo se preparó para el 1 de diciembre de 1967. Al caer la noche, decenas de hombres armados esperaban bajo un pequeño puente de la ruta provincial 9 el paso del automóvil”.

Algunos sostienen que la Marianovich tuvo con Isidro una relación sentimental. Ella lo negará siempre: explica que le tiene compasión, que lo entiende y que a veces lo ha refugiado.

La banda, entretanto, está planeando el golpe maestro: asaltar la sucursal del Banco Nación en Resistencia.

Con la complicidad de los medios de comunicación, el equipo policial que ha llegado de Buenos Aires informa sobre distintos atracos simultáneos en distintos pueblos, atribuidos todos a la banda de Velázquez y Gauna, buscando que el perseguido baje la guardia, que lo pierda su omnipotencia, de modo de usar la mitología popular en su contra.

Detenida por la Policía Federal, la maestra se resiste a hablar. Se le promete no ser juzgada como cómplice y sobre todo, le aseguran que se brindará al bandolero un juicio justo.

Pasan minutos, horas.

Ella termina cediendo (al fin y al cabo le han prometido que la vida de Velázquez será respetada), y confiesa qué camino tomarán desde la población toba hacia Resistencia, rumbo al edificio del Banco de la Nación Argentina.

Se puede conjeturar que, al escuchar los falsos informes trasmitidos por radio, Velázquez y Gauna deben haber creído que tenían allanada su ruta hacia el objetivo.

Se arma la emboscada “en el paraje Pampa Bandera, distrito Machagai...”, como será escrito en el informe policial.

Cuatro de las cinco personas que viajan en el auto, incluyendo el propio Gauna, caen acribillados casi de inmediato.

Ambos bandos utilizan armas largas. Una treintena de policías gatillaron más de quinientas veces sus revólveres, fusiles y metralletas.

A pesar de todo, Velázquez logra abrir una de las puertas del vehículo y se interna unos metros en la picada del monte.

Quizás es presa de su propio mito: al volverse para gritar su sapukay, el grito de guerra de los guaraníes, una bala se le incrusta en la cabeza luego de cargarse al agente Medina.

Algunos sostienen que en su huída se ha topado con otro agente que, presa de miedo, se había bajado los pantalones para evacuar, y que Isidro literalmente choca con él.

¿A usted le parece, que un valiente caiga a manos de un cagón?- sostuvo un vecino.

Según cuenta Chumbita, “Aguilar conducía y detuvo el motor mediante un dispositivo instalado al efecto en el vehículo para cortar la electricidad, simulando un percance. La mujer bajó a ponerse a salvo, e Isidro se dio cuenta.

¡Caímos!- habría dicho.

Gauna fue acribillado en el asiento trasero.

Diario La Razón del 3 de diciembre de 1967:

“los efectivos policiales prepararon desde hace tiempo las diversas tramperas entre los sectores más populares de la población, precisamente donde los bandoleros gozaban de más simpatía y prestigio”.Revista Así, edición del 14 de diciembre de 1967: “Desde la época de Mate Cosido no se registraba un hecho policial de tanta repercusión popular en el Chaco. Por eso se explica que millares de personas desfilaran en Machagai, donde permanecieron ante los restos de ambos delincuentes, que terminaron siendo sepultados. Velázquez y Gauna cayeron en su ley, pero jugándose con arrojo cuando ya habían comprendido que el final estaba cercano”. “La gente es ingrata, insidiosa y difícil de entender. Ahora que cazamos a Velázquez están en contra de la policía”. Declaraciones a la Revista Así, enero 1968, del comisario Pujol, jefe del operativo, en enero de 1968).

El diario porteño La Razón titula en primera plana el día siguiente del suceso: “LA MUERTE DE VELÁZQUEZ PROVOCÓ EN EL CHACO UN FORMIDABLE IMPACTO EMOCIONAL”.

El árbol a cuyo pie cayó Isidro Velázquez se convirtió en centro de peregrinación de la gente humilde. El gobernador militar ordenó talarlo, reducirlo a astillas y quemar los restos.

A pesar de ello, el pueblo humilde no dejó de concurrir, llevando como amuleto un poco de ceniza. Ese polvillo negro se guarda con fervor religioso: alguna vez fue el árbol bajo cuya copa murió el héroe.

A pesar de la vigilancia en el lugar, aparecen flores y otros tributos en un pequeño nicho cercano al lugar donde corrió la sangre de los bandoleros.

También depositaban flores naturales o de plástico, y todo tipo de ofrendas sobre la tumba en el cementerio de Machagai.

El gobierno militar decidió sepultar el cuerpo en otro cementerio, quizás fuera de la provincia. Nunca se supo dónde.

Isidro Velázquez es un desaparecido.

“Ya no está Isidro Velázquez / la brigada lo ha alcanzado / y junto a Vicente Gauna / hay dos sueños sepultados” (“El último sapukay”, de Oscar Valles, chamamé cuya difusión fue prohibida durante la dictadura argentina de 1966-1973).

Ese mismo año se instituyó el 1° de diciembre como “Día de la policía provincial”. Todavía se celebra.

Post scriptum

Las andanzas de Isidro Velázquez fueron cantadas en “El último sapukai”, de Oscar Valles; “El puente de la traición”, de Cardozo y Domínguez Agüero, “La ratonera”, de Raúl Barboza; y “Bandidos rurales”, de Gieco y Chumbita.

Los hechos fueron relatados por Roberto Carri en “Isidro Velázquez - Formas prerrevolucionarias de la violencia”, Buenos Aires, Sudestada, 1968, con una segunda edición publicada recientemente por Colihue; y en Luis Bruschtein, “El fugitivo de Pampa Bandera. Historia de Isidro Velázquez” en Crisis n° 62, Buenos Aires, julio de 1988.

El bandolerismo social fue encarado por la literatura argentina en el tradicional Martín Fierro, y por Eduardo Gutiérrez en las biografías noveladas de Juan Moreira y Hormiga Negra.

También se atribuyen poderes sobrenaturales, curaciones y apariciones mágicas a otros delincuentes y perseguidos: los mendocinos Juan Francisco Cubillos y Juan Bautista Bairoletto; el sanjuanino José Dolores Córdoba: el tucumano Manco Bazán Frías; el correntino Francisco López; el catamarqueño Julián Baquisay; Antonio Mamerto Gil Núñez, el gauchito Gil; Aparicio Altamirano, Olegario Álvarez, “el gaucho Lega”; la sanjuanina Martina Chapanai; Juan Cuello; el Gato Moro; Brunel, el Tigre de Quequén; Santos Guayama; el tucumano Segundo David Peralta, alias Mate Cosido; el paraguayo Pelayo Alarcón, que actuó en Salta.

El Fugitivo de Pampa Bandera

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en el invierno de 1977 un ciego cantaba en el refugio de la estación Ramos Mejía: "camino de Pampa Bandera, lo esperan en una emboscada y en una descarga certera ruge en la noche la metrallada". La letra repiqueteada del chámame convocaba a los trabajadores que se refugiaban del primer frío matinal, algunos con el diario bajo el brazo, atraídos por el lazo sutil que hermanaba las noticias con el canto del ciego: "la pólvora entre los huesos se hizo ceniza en los pechos bravos. Isidro Velázquez ha muerto, enancado en un sapucay, pidiéndole rescate al viento que lo vino a delatar".
Era el año de las emboscadas de la guerra sucia, pero el chámame de Oscar Valles, El último sapucay, hablaba de otra emboscada, diez años atrás, cuando el primero de diciembre de 1967, Velázquez moría alcanzado por las balas policiales en el monte chaqueño y se abrían aún más las puertas de su leyenda.
"Desde hace un año comencé a preocuparme seriamente por el 'caso de Isidro Velázquez' -escribía en 1968 el sociólogo Roberto Carri-. Velázquez y Gauna (se refiere Carri a su lugarteniente) eran más populares que nadie en la provincia del Chaco, su fama traspasaba las fronteras provinciales y se hablaba de ellos en todo el monte chaqueño, hasta el Paraguay. Las razones de la supervivencia estaban -ya en ese momento no tenía ninguna duda- en el apoyo general de las masas rurales".
Isidro Velázquez nació el 15 de mayo de 1928 en Mburucuyá, Corrientes, hijo de Feliciano y Tomasa Ortiz. El año 1961 lo encuentra con su mujer y sus cuatro hijos en Colonia Elisa, Chaco, donde trabajaba como peón rural. Tanto allí como en La Verde, Selvas del Río de Oro, Laguna Blanca y Laguna Limpia, Zapallar, La Escondida, Lapachito y otros parajes del norte se lo tenía como el mejor baqueano, rastreador y cazador de los esteros y los montes.
Ese hombre alto, delgado, de rostro enjuto y mirada penetrante que era aceptado como buen vecino, asistía a las reuniones periódicas de la Cooperadora Escolar de Colonia Elisa hasta que, por alguna razón no muy clara, comenzó a ser hostigado por la policía. En su prontuario figuran tres causas abiertas en 1961 por robos y hurtos, y una cuarta por evasión. El jefe de sus cazadores en persona, capitán Aurelio Acuña, no ocultaría su sorpresa tiempo después, por la forma en que un hombre que durante más de treinta años había sido "humilde pero honrado", se había convertido en un "peligroso delincuente".
En el Chaco, las opiniones están furiosamente divididas. Las autoridades aseguran que esos primeros delitos fueron reales, pero la gente dice que no, que Velázquez sufrió un hostigamiento injustificado de la policía que culminó con el encarcelamiento, su fuga y el comienzo de la historia de 'El Vengador'. Se dice que la persecución se originó en un problema familiar, porque, a contramano de su forma de ser, nunca más tomó contacto con su mujer y sus hijos, ni les hizo llegar ayuda económica.

fuera de la ley

Más allá de cualquier razón, queda claro que cuando Velázquez escapó de la cárcel de Colonia Elisa ya había tomado la decisión que lo empujó hacia el monte, tras las sendas que veinte años antes habían transitado Zamacola, Bairoleto y el famoso Mate Cosido.
Pero no solamente lo protegieron la vegetación y la geografía indómita del Chaco. Miles de peones golondrinas habían emparentado su impotencia con la rebeldía de "El Vengador". Muchos provenían, como él, de Corrientes, otros de Santiago del Estero y Paraguay y, arrojados a su suerte, ni podían regresar a sus hogares ni encontraban trabajo debido a las secuelas de la crisis del tanino y al comienzo de la crisis algodonera que los condenaba a deambular por la provincia sufriendo las miserias de la desocupación.
Después de la Segunda Guerra Mundial, el descubrimiento del extracto de mimosa en África Oriental, como sustituto del tanino, coincidió con el progresivo agotamiento de los quebrachales del sur chaqueño. Los obrajes, que trabajaban para la misma compañía inglesa que había descubierto la mimosa africana, comenzaron a cerrar. En 1960 quedaban sólo unos pocos en el norte.
La población, que había aumentado vertiginosamente entre 1920 y 1947, de 46 mil habitantes a 431 mil, se estabilizó llegando a 530 mil en 1960. Grandes contingentes de paisanos emigraron en ese período hacia las villas miserias de las capitales y otros fueron reabsorbidos por el desarrollo de cultivos industriales como el del algodón. Pero así como el hachero es esclavizado en los obrajes, en los algodonales el trabajo es temporario, con un régimen agotador y en condiciones de vida miserables. La situación empeoró aún más cuando en 1964 la crisis del algodón se descargó sobre el Chaco y de las 400 mil hectáreas sembradas ese año, sólo llegaron a 278 mil en 1967.
Es entre los hacheros desocupados, los golondrinas y los indígenas, donde Isidro Velázquez encontró refugio cuando se alzó contra la ley junto con Claudio, su hermano menor.
La revista Así fabulaba por esa época: "Famosos por su puntería, los dos hermanos usaban para hacer fuego indistintamente ambas manos. Sus revólveres, calibre 38 largo, que llevaban bajos, al estilo de los pistoleros del cine americano, disparaban plomos certeros. En su prontuario iban anotándose nuevos pedidos de captura por robos, homicidios y atentados a la autoridad", y agregaba: "Ambos se desplazaban cómodamente por todo el territorio chaqueño, protegidos por el monte, amparados en los rancheríos humildes donde entregaban a los necesitados parte de lo que obtenían en sus atracos espectaculares".
El 25 de junio de 1962, los hermanos fueron sorprendidos en una picada en las afueras de Colonia Elisa por una patrulla policial armada con carabinas, metralletas y pistolas. Los Velázquez respondieron el fuego con un winchester y revólveres, eludiendo el cerco a pesar de la superioridad numérica de sus perseguidores.
Tres días después aparecieron en Colonia Popular y protagonizaron un tiroteo a caballo frente al destacamento policial. Un mes más tarde, el 23 de julio, irrumpieron en el bar del chino Chou-Pin, de Colonia Elisa, y se llevaron ocho mil pesos, "una radio a transistores, linternas, bebidas, alimentos envasados y también fiambres".
El 25 de ese mes atracaron al estanciero José Vicente Barrios y el 12 de agosto irrumpieron en el almacén de ramos generales que regenteaba Antonio Marcelino Camps en Lapachito, a dos cuadras de la comisaría. Desmontaron frente al almacén y se dirigieron a paso seguro hasta la caja que atendía Teresa Octaviana, la hija del dueño.
"¿Vos Isidro? -dijo la muchacha- no es posible que nos hagas esto". Mientras hablaba intentó sacar un revólver pero Claudio la derribó de un culatazo. Se produjo luego un tiroteo donde murió un vecino y. cuando ya se retiraban, desde la trastienda salió Jorge Anastasio Camps, el otro hijo del dueño, disparando su pistola. Isidro no quiso usar su arma. Habían sido compañeros de la escuela primaria y juntos habían salido a cazar mas de una vez. Pero Claudio respondió el fuego y el hombre se desplomó con un balazo en la cabeza.
La infatigable persecución de la policía ya estaba en marcha pero los hermanos no se escondían, "visitaban los boliches, a sus amigos y se exhibían por las calles de Colonia Elisa, La Verde, Zapallar, Colonias Unidas, Lapachito, Plaza y La Escondida sin que nadie se atreviera a denunciarles", aseguraba la revista Así.
El sociólogo Roberto Carri, en su libro Isidro Velázquez, formas prerrevolucionarias de la violencia, publicado en 1968, decía que "la comunidad rural indígena y criolla se expresa colectivamente en la identificación con Velázquez. Debido a su situación de despojo y su 'retraso' cultural. . .se identifica con el hombre que expresa un poder antagónico al régimen". Pero más adelante advierte que "hay que distinguir entre el papel que juega realmente el rebelde para el pueblo que lo protege... y su anecdotario particular (el de Velázquez) que puede o no coincidir con la imagen que de él se tiene y que provoca la identificación con el proscripto". Carri reniega de la "sociología desarrollista" y de los "marxistas Victorianos" que califican las acciones de los hermanos como propias de bandoleros. Define a Velázquez como "rebelde" y a esos sociólogos como "bandoleros sociológicos".

el poncho rojo

Dos semanas después del asalto al almacén de Camps, los Velázquez atravesaron un tronco sobre la ruta 16 que une Resistencia con Sáenz Pena y asaltaron a un distribuidor de cigarrillos y a un viajante de comercio.
Claudio Velázquez tenía un año menos que Isidro, usaba sombrero paisano con ala ancha y ladeado sobre la derecha; solía entrar a los pueblos con su inseparable poncho colorado. "Me da suerte, si lo pierdo seguro que me atravesarán de un balazo" bromeaba con sus amigos.
Entre marzo y abril asaltaron a un acoplador de granos y a un agricultor. Una comisión policial encontró sus huellas cerca de Colonia Elisa y salió tras ellos, los Velázquez los aguardaron en Legua 54. Los policías Juan Cerlinguer y Salvador Cabrera resultaron heridos. Al abandonar el lugar a caballo, Claudio perdió su poncho e Isidro se llevó un balazo en la pierna.
Desde la capital chaqueña y localidades cercanas llegaron policías de refuerzo, pero las patrullas se empantanaron en los grandes esteros de la zona. El 22 de abril de 1963, La Razón titulaba: "Están cercados en un islote del Chaco dos hermanos bandoleros". Isidro y Claudio huían en un solo caballo entre pantanos y pajonales y en un sendero del monte se cruzaron con un anciano y su nieto. Isidro les dio diez mil pesos por el caballo y el anciano les indicó dónde estaban apostadas las patrullas. Así pudieron burlar a sus perseguidores.
El 21 de mayo Claudio decidió festejar el cumpleaños de Isidro y tomó por asalto el paraje de Costa Guaycurú. Ocupó la carnicería y el almacén y convocó a los vecinos: "Tomen lo que quieran -les dijo- los hermanos Velázquez invitan y pagan. Quiero saber si la policía se anima a venir a buscarme". La bravata saldría cara: Wenceslao Ceniquel, comisario, de Zapallar, reunió a sus hombres y marchó a Costa Guaycurú. Dos policías fueron heridos en el tiroteo pero allí murió Claudio atravesado de un balazo. Hubo otra víctima que en un primer momento se identificó con Isidro, aunque dos días después las autoridades debieron informar: "El Vengador" se había escapado otra vez, el otro caído se llamaba José Tolentino Vega.
Durante un año Isidro permanecería inactivo. Por razones opuestas, la policía y los paisanos esperaban su reaparición. Aunque algunos comentarios lo ubicaban en Formosa su paradero fue una incógnita.

la vuelta de Isidro

Lo que nadie esperaba era que Isidro Velázquez apareciera justo allí, donde habían matado a su hermano. En 1964 se asomó en Zapallar, más descarnado, dispuesto a todo y con la compañía de Vicente Gauna. Dio un golpe certero y ambicioso y se ganó el mote de "El Vengador": secuestró a los hacendados Carlos y Gabino Zimmerman, cobró un jugoso rescate y regresó a la espesura.
Los paisanos y los indígenas preferían separar la imagen de Isidro de los hechos de violencia más brutales y gratuitos. La leyenda discrimina rigurosamente la actitud de Isidro cuando asaltó el almacén de Camps y prefirió arriesgar la vida antes de responder el ataque del que fuera su amigo. Existía un punto en el que la violencia perdía legitimidad ante los ojos del pueblo, algo que quizá no pudieron discernir con claridad quienes más tarde reconstruyeron esa historia. Los que sí cargaban las tintas eran sus perseguidores que le achacaban la mayoría de los crímenes y violaciones que se cometieron en la zona durante esa época.
La diferenciación entre Isidro y sus lugartenientes es más marcada desde que aparece Vicente Gauna. Isidro había sido un hombre honesto hasta después de los treinta años y fue empujado por la injusticia fuera de la ley. Gauna cargaba con una carrera delictiva iniciada en la adolescencia y poseía un carácter violento e irracional.


El último sapukay

La muerte apagó la risa 
del sol que duerme ardiendo en el Chaco, 
porque Machagai se ha vuelto 
un llanto triste de sangre y barro. 
Ya no está Isidro Velázquez,
la brigada lo ha alcanzado, 
y junto a Vicente Gauna, 
hay dos sueños sepultados.
Camino de Pampa Bandera, 
lo esperan en una emboscada, 
y en una descarga certera, 
ruge en la noche la metrallada. 
Isidro Velázquez ha muerto, 
enancao a un sapucay, 
pidiéndole rescate al viento, 
que lo vino a delatar, 
pidiéndole rescate al viento, 
que lo vino a delatar.
La muerte apagó la risa,
de los machetes en los quebrachos, 
la pólvora entre los huesos, 
se hizo ceniza en dos pechos bravos. 
Sin una vela encendida,
sin una flor a su lado,
sin una cruz en la tierra, 
hay dos sueños sepultados.
Camino de Pampa Bandera, 
lo esperan en una emboscada, 
y en una descarga certera, 
ruge en la noche la metrallada.
Isidro Velázquez ha muerto, 
enancao a un sapucay,
pidiéndole rescate al viento, 
que lo vino a delatar.
Pidiéndole rescate al viento, 
que lo vino a delatar.

En sus relatos los pobladores ponían especial énfasis en destacar que la intervención de Isidro ante su hermano Claudio o ante Vicente Gauna había evitado violencias innecesarias y salvado vidas.
La presencia de bandidos alzados contra la ley, como Zamacola, Bairoleto y Mate Cosido fue común y popular en los '30 y '40 en el Chaco. Velázquez le daba continuidad a estas figuras míticas en un país distinto que creía imaginar haber encontrado el regazo protector de la tecnología y el modernismo. Sus aventuras, contadas en Buenos Aires por La Razón, Crónica, Así o Gente, colisionaban con una sociedad que se deslumbraba con los happenings del Instituto Di Tella. Dos países paralelos en vísperas del golpe de Estado de Juan Carlos Onganía y el Cordobazo.

el payé de los esteros

En 1965, la fama de Velázquez y Gauna se extendía por todo el Litoral. El "payé", la magia de los dioses ancestrales de la selva y los esteros, protegía, a Isidro y las puntas de su pañuelo lo orientaban entre los montes y los pantanos y señalaban el lugar donde se ocultaban sus enemigos.
Por entonces la población los cree invencibles; el sapucay de Isidro Velázquez detiene a quien lo enfrenta, su mirada paraliza. Cierta vez Isidro venía huyendo por el monte y sus perseguidores, guiados por un baqueano conocedor, organizaron la emboscada donde suponían que abandonaría la espesura. El destino quiso que el proscripto se encontrara frente a frente con el baqueano a quien se le trabó el arma o no atinó a disparar. Recriminado por sus superiores, el hombre balbuceó atragantado que Isidro le había hecho mal de ojo y que se había quedado duro como una estaca.
El 7 de setiembre de 1967, la revista Gente entrevistaba a uno de los policías que se aprestaba a salir tras Velázquez.
"¿Ustedes creen que lo van a apresar?" pregunta el periodista.
"No, es imposible -contesta el agente-. Estoy seguro de que por más que le tiremos, las balas no van a entrar. Ustedes saben que el agente Mieres vació su pistola y no hubo caso. Después, Velázquez, con un solo tiro, le atravesó el corazón".
"Entonces ¿está convencido que si se topa con ellos, usted es hombre muerto?".
"No sé si me va a liquidar. El le saca dinero a los ricos para repartirlo con un pobre. Y yo gano catorce mil pesos por mes... Si llego a toparme con ellos en el monte, creo que les diría que maten a un hacendado, no a mí, justamente."

la "operación fracaso"

A mediados de 1966 los fugitivos merodeaban en la zona de Selvas del Río de Oro. Asaltaron el pueblo de Laguna Limpia y Gauna mató al alcalde Antonio Ponzardi después de robarle. A principios de 1967. secuestraron a los estancieros Agustín Guissano primero y a Antonio Persoglia después. Cobraron tres millones de pesos por el rescate de cada uno.
Persoglia, de ochenta años, permaneció un día y medio en poder de los proscriptos. Una vez libre declaró que había hablado largamente con Isidro Velázquez y que tenía de él "muy buena impresión". El anciano preguntó a su secuestrador por qué no abandonaba esa "azarosa vida", Velázquez respondió que "no le gustaba matar" pero que "ya era tarde", estaba "jugado" y contaba con "el poderoso aliado de los montes para sobrevivir".
Los miembros de la Sociedad Rural chaqueña se impacientaban; las andanzas de Velázquez y Gauna y la popularidad que tenían entre los paisanos ponían en peligro sus vidas y la paz social. Los estancieros ofrecieron entonces una recompensa de dos millones de pesos "a toda persona que entregue a estos delincuentes de cualquier forma o suministre información concreta que permita su detención". Pegaron carteles con esa leyenda y con sus fotos que aparecían en las paredes de los poblados, en los troncos de los árboles, en pulperías, almacenes y prostíbulos. Para ser más convincentes se pregonaba que Velázquez y Gauna habían violado "a las hijas menores de Villordo de Tacuruzal; Genes en Selvas del Río de Oro; Maciel en Laguna Blanca; Aguirre en Laguna Limpia". Aunque en el prontuario policial no figuraba ninguna de las acusaciones que denunciaba el cartel.
El flamante jefe de la policía provincial, capitán (RE) Aurelio Acuña, se puso a la cabeza de una movilización sin antecedentes: ochocientos policías bien armados y con perros salieron en persecución de los fugitivos; cortaron caminos, tomaron poblados, rastrillaron picadas y pajonales. Luego de cobrar el rescate de Persoglia, fueron localizados en General Obligado. El pequeño ejército se dirigió prontamente hacia ese lugar. Velázquez y Gauna emboscaron a una de las patrullas y dieron muerte al agente Juan Ramón Mieres, pero quedaron rodeados durante quince días por el cerco policial. Sin embargo, el terreno cubierto era demasiado amplio y desconocido para las patrullas; otra vez el "payé" de los esteros metió la cola y Velázquez y Gauna consiguieron infiltrarse entre las líneas de sus perseguidores, dirigiéndose hacia el norte, el terreno que mejor conocían, hacia Makallé, La Verde, La Escondida y Lapachito donde sostuvieron un nuevo tiroteo.
El 8 de julio el Poder Ejecutivo destinó 99 millones de pesos a la provincia para equipar a la policía. Era tarde: Velázquez y Gauna habían ganado el monte y se movían entre los suyos. El 16 de julio. La Razón titulaba: "Mediante ayuda, los delincuentes Velázquez y Gauna habrían eludido el cerco policial". La operación mas grande de la policía del Chaco había fracasado y se disolvió vergonzosamente en la espesura de los esteros. Pero la historia de los fugitivos se aproximaba a su fin.

el puente de la traición

Tras la "Operación Fracaso", como la bautizaron los paisanos, Velázquez y Gauna se instalaron en Quitilipi, cerca de una reserva toba cuya población los alimentaba y protegía. Desde allí comenzaron a preparar el asalto a la sucursal del Banco de la Nación en la localidad, de Machagai. Esta vez la policía se les adelantó; detectaron posibles contactos y convencieron a dos de ellos, una maestra y el cartero, para que entregasen a los fugitivos. Como explicaría pomposamente el capitán Acuña "el procedimiento final con los resultados ya conocidos no fue, en absoluto, producto de improvisaciones o de la casualidad, sino la consecuencia lógica de un plan elaborado con inteligencia".
La maestra, Leonor Marinovich de Cejas, de 40 años, dijo que había decidido capturar a Velázquez para cobrar la recompensa junto con el cartero Ruperto Aguilar. Los pobladores de Machagai aseguraban que no había sido así, que la maestra era amiga de Velázquez desde mucho tiempo atrás y había colaborado con él en otras ocasiones. "Isidro nunca hubiera confiado en una desconocida" decían y aseguraban que su traición obedeció a la presión policial.
Al anochecer del primero de diciembre de 1967, la señora de Cejas y Ruperto Aguilar debían trasladar en el Fiat 1500 de la maestra a Velázquez y Gauna desde Quitilipi hasta Machagai. Velázquez se ató un pañuelo a cuadros en el cuello, se calzó un cinturón con balas y salió en paz con su winchester y una 38. Al llegar al puente de Pampa Bandera la maestra simuló un desperfecto y detuvo el auto. Así lo había convenido con la policía. Treinta hombres, entre los que también había civiles armados hasta los dientes, aguardaban emboscados junto al camino.
El cartero y la maestra bajaron del auto y se desató un tiroteo infernal, más de quinientos balazos cruzaron el aire en pocos minutos.Gauna alcanzó a herir a Aguilar en una pierna y cayó fulminado. Pero Isidro ofreció resistencia con su winchester. Hirió al cabo Santos Medina, se tiró del auto y se abrió camino a tiros casi trescientos metros en dirección al monte. La oscuridad cubrió al fugitivo, sus cazadores, desesperados, iluminaron el lugar con los faros de sus autos y vieron a Isidro empuñando su carabina, herido en una pierna y en un hombro y a punto de alcanzar la arboleda. Isidro dio vuelta la cara, deslumbrado, y cayó atravesado por la descarga cerrada de sus perseguidores.
El capitán Acuña proclamó su victoria; el primero de diciembre fue declarado día de la policía del Chaco y el automóvil fue acondicionado como monumento provincial. Pero la población humilde lloró la muerte de Velázquez. Hombres y mujeres peregrinaron hasta el árbol junto al cual había caído y también marcharon hasta su tumba en Machagai donde depositaron ofrendas.
Las autoridades decidieron entonces quemar el árbol y borrar las señas de la tumba. El chámame lo registra: "sin una vela encendida, sin una flor a su lado, sin una cruz en la tierra, hay dos sueños sepultados"; aún así son muchos los paisanos que todavía hoy conservan como reliquias astillas del árbol de Pampa Bandera y las tumbas NN de Machagai son hasta hoy objeto del culto popular. El chámame de Oscar Valles recorrió todo el país: "La muerte apagó la risa del sol que ardiente duerme en el Chaco, porque Machagai se ha vuelto un llanto triste de sangre y barro".
El gobierno de Onganía prohibió el chamamé. En ese momento el sociólogo Roberto Carri se sentaba a escribir su libro, sin pensar que diez años más tarde, en 1977, mientras un ciego volvía a cantar "El último sapucay", sería secuestrado convirtiéndose en un desaparecido más de la dictadura.
Otros diez años después, en 1987, el ciego sigue cantando en Ramos Mejía mientras Los Ivoty, el conjunto chamamecero más popular, difunde otra canción dedicada a Isidro Velázquez, "El puente de la traición". La maestra perdió su automóvil y jamás pudo cobrar la recompensa, el cartero fue detenido en 1982 por comandar una banda que robaba ruedas de auxilio a los camioneros. Hoy, en las bailantas del Litoral y de Buenos Aires, cuando se canta "Vibra la selva chaqueña bajo el clamor de un valiente, que va cayendo doliente gritando su rebelión" brota el sapucay de los bailarines.. Un grito que puede ser de guerra, de vida o muerte, de tristeza o alegría, o de todo eso al mismo tiempo.

Revista Crisis
noviembre 1987

Isidro Velazquez

"Isidro Velazquez"
El Gaucho Chaqueño